Economía Verde: Mercantilizar la naturaleza

En un voluminoso estudio de Naciones Unidas, presentado la semana pasada en la reunión de la Convención para la Diversidad Biológica, se establece que la naturaleza aporta anualmente miles de millones de dólares a la economía mundial, sin que esa contribución se vea reflejada en las estadísticas. Darle precio a los servicios gratuitos que plantas, animales y ecosistemas brindan a la humanidad es un arma indispensable en la lucha para la conservación de la biodiversidad. En el informe se hace referencia a la depuración de aguas, polinización y regulación climática y se le asigna valores económicos a la función de, por ejemplo, los arrecifes coralinos y la polinización realizada por los insectos.

Cambio Climático

En las discusiones sobre Cambio Climático rumbo a la conferencia de este año en Cancún, la ONU ya comienza a hablar de la economía verde. El embajador de Bolivia ante las Naciones Unidas, Pablo Solón, explicó a Radio Nederland cómo nace y qué comprende ese concepto.

“Empezamos a leer una serie de textos sobre Economía verde en los cuales se plantea ir hacia lo que podría calificarse de capitalismo tridimensional que reconoce, no solamente la fuerza de trabajo humano, las herramientas de trabajo y las materias primas, sino también toma en cuenta que la naturaleza es un capital. Y que como capital tiene que ser valorado en términos económicos y de propiedad sobre la misma si es que se quiere proteger y preservar la naturaleza. Bajo esta concepción, lo que estamos viviendo actualmente, este desequilibrio con la naturaleza, es producto de que no se le ha asignado un valor económico ni una titularidad. No hay quien se haga cargo, porque se asume que la naturaleza es de todos. Entonces se plantean fundamentalmente tres áreas para el desarrollo de esta visión de mercantilización y privatización que son: Los servicios ambientales, los bosques y el agua. Esta es una concepción que está desarrollándose en el debate internacional en las Naciones Unidas, y que probablemente sea planteada como uno de los grandes proyectos durante la Cumbre Río + 20 que se va a llevar a cabo en el 2012 y está muy ligada a este panel que acaba de constituir el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, y que llama “un desarrollo sostenible global”.

Dos visiones

El embajador Solón advierte: “Estamos frente a un debate en las Naciones Unidas entre aquellas concepciones que opinan que lo que hay que hacer es fortalecer una lógica capitalista en el marco de la naturaleza y otros, como Bolivia, que plantean que hay reconocer los derechos de la naturaleza para restablecer el equilibrio con la misma. Reconocer los derechos de la naturaleza significa admitir que la naturaleza tiene el derecho a existir, a vivir, a regenerar su biocapacidad y a que la actividad humana esté limitada cuando afecta sus derechos fundamentales. Son dos concepciones muy diferentes. Una por la vía del mercado y otra por la vía de una humanidad consciente y responsable para con el sistema del cual es parte, que es este único planeta tierra en el que vivimos”.

Bonos de carbono

Los bonos de carbono permiten que se siga contaminando en una zona con la obligación de compensar en otra. En líneas generales aporta poco a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Pablo Solón da su visión al respecto: “El tema de los certificados de carbono y del mercado de carbono es cuestionable por varias razones. En primer lugar porque un país que tiene que efectuar una reducción, en vez de practicarla dentro de sus fronteras, lo que hace es comprar certificados de reducción de emisiones de carbono en un país en vías de desarrollo. Le sale más barato comprar esos certificados que hacerlo dentro de su país y puede decir, miren aquí tengo estos certificados que dicen que he contribuido a bajar x cantidad de toneladas de dióxido de carbono, por lo tanto estoy en una situación de pleno cumplimiento de los acuerdos internacionales. En otras palabras, quien acaba financiando es la nación en vías de desarrollo al país desarrollado. Es un mecanismo perverso, porque no hace las reducciones. En segundo término, el sur financia al norte. En tercer lugar, genera una burbuja financiera ligada a estos certificados de emisiones porque yo compro de este país del tercer mundo un certificado de 12 o 14 dólares por tonelada de CO2, pero como la demanda va a ir subiendo, yo después vendo ese certificado a 20 dólares. Y ese otro que me lo compra lo vende en 25 y ese otro lo puede vender más adelante en 50 dólares. Pero, en verdad sigue siendo una sola tonelada reducida que sube especulativamente de precio en el mercado financiero creando una burbuja.

Otros derechos

El embajador boliviano Pablo Solón teme que esta situación vaya aún más lejos. Solón: “El tema más grave que hay en relación con esto es que cuando hablamos de bosques, se está planteando desarrollar un nuevo tipo de derecho. Es un derecho de carbono, en el fondo es el derecho de propiedad sobre la capacidad de captura de carbono de un bosque. Se emitirían certificados que dan esta prerrogativa y uno puede comprar y decir yo no soy dueño de los árboles, no soy dueño del bosque pero sí soy dueño de la capacidad de absorción de CO2 de ese bosque. Y ése es mi derecho y lo comienzo a comercializar. El gran problema es que esto significa la privatización del bosque porque para garantizarle el derecho al portador de ese certificado hay que tener control sobre el bosque que en última instancia acaba afectando la propiedad o presencia de poblaciones indígenas, comunitarias, que viven en el bosque, en aras de garantizarle este nuevo derecho de propiedad de la capacidad de absorción de carbono. Éste es un problema muy grave porque estamos ante la generación de un nuevo tipo de derechos de propiedad sobre la naturaleza, algo que hasta ahora nunca habíamos visto y que empieza a desarrollarse en el marco de las negociaciones de Cambio Climático vinculadas a los bosques bajo lo que se conoce como REDD (Reducción de Emisiones provenientes de la Deforestación y la Degradación de los bosques). Nosotros creemos que sí tiene que haber una compensación a aquellos países y a aquellas comunidades que protegen sus bosques, pero no a través de mecanismos que generen un mercado de carbono y menos con cierta clase de derechos de propiedad que luego sean objeto de transacciones en un mercado internacional”.

Gatopardismo

¿Se trata de proyectos que en realidad están destinados a mantener todo igual? Pablo Solón: “El sistema no cambia, pero aún más grave es que el sistema acaba entrando en una esfera que nunca lo había hecho en los últimos siglos. Porque el capitalismo no había llegado hasta ahora a ese grado. Lo que se está planteando es un capitalismo todavía mucho más agresivo frente a la naturaleza, como una forma de resolver el desequilibrio que existe entre la actividad humana y la naturaleza. Estamos absolutamente en contra y somos muy críticos de esa perspectiva. Lo que nosotros opinamos es que el objetivo de una sociedad no puede ser crecer de manera ilimitada. Una sociedad necesita cierto grado de crecimiento para satisfacer las necesidades fundamentales de su población. Pero, el fin último no es crecer sino es lograr el equilibrio. El equilibrio entre los seres humanos y de los seres humanos con la naturaleza. Son dos paradigmas totalmente distintos: El crecimiento, la conquista, la competencia y la armonía, el balance, el equilibrio entre todos y todo. En este siglo XXI, nosotros creemos que el gran debate está entre estos dos paradigmas que tienen dos visiones muy diferentes de cómo encarar la vida humana y la vida del planeta en su conjunto”.

Dura lucha

Pablo Solón vaticina: “la lucha será muy fuerte porque se mueven grandes intereses económicos. Detrás del negocio de mercado de carbono hay cientos de miles de billones de dólares que están en juego. Y el capitalismo va allí donde puede hacer más dinero. Y dado que cada vez va a haber más problemas con lo del cambio climático, los famosos certificados de derechos de propiedad sobre la capacidad de captura de las emisiones de carbono, van a ser superiores. El capitalismo no va a resolver jamás el problema del cambio climático. Pero va a hacer un gran negocio con el cambio climático. Y nosotros lo que estamos diciendo es que hay que evitar que se rompa o se conquiste esta última frontera que es esencial para la subsistencia de la vida en este siglo”.

Fuente: cmpcc.org

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